Después del 2 de junio y tras los números que borraron a ciertos partidos, las “figuras y líderes” del PRI se han desaparecido de la escena política. Los que ganaron alguna posición gracias al tricolor ya están tranquilos y serenos y solo esperan los tiempos para rendir protesta. Sin embargo aquellos militantes que no ganaron nada y peor aún, no les informan nada; son invadidos por la ansiedad que les genera la incertidumbre por su futuro político a corto, mediano y largo plazo.
Y es que así como lucen los espacios físicos del ex partidazo, desolados y abandonados, así también están los corazones de aquellos priistas que se pusieron la camiseta y la sudaron en la reciente elección, pero que no sirvió de nada porque su partido prácticamente solo recibió las paladas de tierra para el féretro político del partido.
¿Qué va a pasar con el PRI tras el 2 de junio? Esa es una pregunta que se hacen no solo los militantes, sino también los analistas, los académicos, los politólogos y la comentocracia en México y muchos coinciden en que este instituto político fue el que más perdió tras el 2 de junio y si no se ponen a trabajar en su refundación, están condenados a la desaparición.
Hace algunos días el aún dirigente Alejandro “Alito” Moreno aceptó la triste realidad del partido y por ello anticipó que el 7 de julio en la Asamblea Nacional comenzarán una profunda reflexión. Dijo que analizarán los caminos de la reconstrucción del instituto político que podría llevarlos a tomar decisiones que consideran ajustes radicales como realizar cambios de colores, de logotipo y hasta de nombre.
Al RIP, digo al PRI, no le fue nada bien en las recientes elecciones. Es más, con su votación obtenida el 2 de junio el partido quedó debajo de sus homólogos del PT y Partido Verde, quienes ascendieron con un mejor posicionamiento por el número votos a su favor.
La pérdida del PRI está demostrada en los sufragios, pero también en el número de gubernaturas a su favor o bien, en el número de curules que va a ocupar en los niveles federales.
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En las elecciones presidenciales recientes el ex partidazo registró una caída en los votos del 64.66% comparado con los comicios del 2012, año en el ganó su última elección presidencial con Enrique Peña Nieto como su candidato.
Los números del mismo partido en la misma elección quedaron de este modo. En la Cámara de Diputados, el tricolor sólo obtuvo el 11% de los votos, mientras que en el Senado sólo consiguió el 10.8% del total.
En la actualidad el PRI solo gobierna en dos entidades: Coahuila con Manolo Jiménez Salinas y Durango con Esteban Villegas Villareal y vale apuntar que con Alito Moreno se perdieron 10 gubernaturas.
Con estos números queda evidenciado que al PRI no le ha ido bien en los últimos años a tal grado que ni con la ayuda de las alianzas políticas con el PAN y PRD, el tricolor no ha podido detener la tendencia sepulturera que se ha acentuado en los últimos 5 años. Por lo tanto ¿por qué tendría se cambiar ese previsible futuro si todo sigue igual?
¿Será suficiente para que el aún PRI se transforme solo cambiando su logotipo, sus colores y su nombre? ¿Servirá de algo refundar al PRI si mantiene a los mismos dirigentes y grupos que lo controlan? ¿Les convendrá a los militantes mantenerse en el partido aunque tengan muy firmes los valores de tricolor? ¿Cambiar de nombre, logos y colores será suficiente para que desaparezca la incertidumbre de quienes aún siguen en el partido?
Esas son las respuestas que esperan no solo los aún militantes, sino la sociedad que entiende que en un sistema democrático y de partidos, se necesitan institutos fuertes, sólidos y con visión de futuro.
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