La ejecución en Puebla de un líder criminal que fue investigado por la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa en Guerrero el 26 de septiembre de 2014 explica con solvencia la existente porosidad de la zona limítrofe del territorio poblano respecto de estados vecinos con una alta incidencia delictiva.
En efecto, la aparición de un desertor del Ejército como Jesús Martínez Brito en la unidad habitacional en la ex hacienda de San Bartolo en el sur de la capital en una fiesta de domingo y su posterior ejecución efectuada por dos sicarios abre un conjunto de interrogantes que merecen una respuesta sensata y creíble.
Sobre todo cuando la semana pasada fue anunciada la creación de un esquema de coordinación en materia de seguridad entre Puebla, Guerrero, Morelos, Veracruz y el Estado de México, principalmente, por la fuerte presencia de grupos de delincuencia organizada, además de Tlaxcala e Hidalgo.
Según las crónicas el siniestro personaje vino de Manzanillo, Colima a una festejo en Puebla, en una de las zonas mas populosas de la capital, pero nadie ha explicado si vino a una fiesta familiar, de amigos o cómplices. La identidad de los anfitriones de la fiesta permitirá saber el tipo de hilo que lleve a dos de las bandas criminales mas sanguinarias que ha operado en los estados de Guerrero y Morelos: Guerreros Unidos y Los Rojos.
Martínez Brito desertó del 27 Batallón de Infantería en cede en Iguala en Guerrero en septiembre de 2012 y dos años después participó en el levantón de 43 muchachos de origen humilde que estudiaban en la Escuela Normal Rural Manuel Isidro Burgos, su posterior ejecución y luego desaparición en lo que constituyó uno de los actos mas sangrientos en las páginas de la criminalidad en México, que puso la atención mundial sobre el país.
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Fu jefe de sicarios de Guerreros Unidos, sobre todo cuando el líder Héctor Rodríguez Urióstegui “El Colín” fue detenido en mayo de 2021, por diversos homicidios y, considerado como una pieza clave en la investigación sobre lo sucedido en la llamada “noche triste de Iguala”.
Juan Carlos Flores Ascencio, el criminal que asumió el liderazgo de Guerreros Unidos cuando fue aprehendido El Colín, era el jefe directo de Martínez Brito “El marranero” y fue ejecutado en León Guanajuato en marzo de este mismo año por una confrontación con José Alfredo Hurtado Olascoaga “El Fresa”, líder de un grupo criminal aliado de la Familia Michoacana.
Detrás de la identidad “El marranero”, ”El colín” y “El fresa” se teje una larga lista de ejecuciones, venganzas, secuestros, cobros de piso y trasiego de drogas que sería difícil de colocar en una sola bitácora, así como las alianzas que tejieron con cárteles tan poderosos como el CJNG, los Beltrán Leyva y otros.
La presencia en la capital de Puebla de quien se había convertido en uno de los criminarles mas poderosos dentro de Guerreros Unidos, la agrupación criminal que ha operado en Guerrero desde 2011, responsable de crímenes en contra de periodistas, presidentes municipales, empresarios y de los 43 de Ayotzinapa no ha sido explicada con suficiente precisión.
No solo es una mala noticia su ejecución, sino su estancia en Puebla. Habrá que esperar que ese tipo de perfiles -el de Martínez Brito-, sea una excepción antes de que se comience a lamentar tener mayores repercusiones en otros ámbitos sociales, ajenos aún a la nota roja de los diarios y las redes sociales.