Sheinbaum y su retórica

El tono áspero y frío de los días posteriores al proceso electoral federal de junio pasado dieron paso a una voz sensata, llena de ejemplos vividos y pasajes de la historia que explican por sí mismo la génesis del movimiento político más vigoroso en América Latina en la retórica de Claudia Sheinbaum Pardo.

El de la primera presidenta en México fue una solvente relatoría de los tiempos en que el modelo político reinante hasta la elección presidencial de 2018 abusó de los jóvenes empobrecidos y sus familias frustradas por una clase política que quiso sacar ventaja y pecunio sin freno.

Habló Sheinbaum con el grupo de mujeres y hombres jóvenes, estudiantes del Instituto Politécnico Nacional que la había aplaudido aún antes de presentarse ante un auditorio inundado por la comunidad politécnica, pero también por la clase política.

Con la paciencia de la profesora en el aula y frente a grupo explicó las motivaciones por las que en el ejercicio de gobierno se ha colocado en primer plano el derecho a la educación de jóvenes que carecen de posibilidades para pagar una colegiatura en una escuela privada.

Es muy probable que haya habido en el campus del IPN en el sur de Puebla, una marcada minoría que sabía que la espigada mujer de coleta perenne ya traía en la bolsa el reconocimiento de Forbes como la cuarta mujer más poderosa del mundo, a quien le siguen nueve ciudadanas estadounidenses de notable presencia a nivel global.

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En la relatoría ante el público joven recordó el tiempo en que su madre, Annie Pardo Cemo, fue expulsada del Politécnico Nacional por sus convicciones frente al movimiento estudiantil de 1968 que dio como resultado la matanza estudiantil del 2 de octubre de ese año, en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco.

Fue un pasaje del que supo tiempo después porque las mujeres y hombres de esa generación, lejos de la victimización, llevaron sobre los hombros y en silencio con enorme dignidad, la aportación a la historia que tiempo propició la caída de ese dinosáurio político del que vino Gustavo Díaz Ordaz, originario de Chalchicomula de Sesma, colocado en el lugar que merece tras 56 años de aquel pasado oscuro.

Sheinbaum como su madre, la científica Pardo Cemo trabajaron en el ámbito de la ciencia, pero con una plena conciencia de clase. No sólo poseen una compleja estructura intelectual, sino que también tienen claridad del lugar del que llegaron para no perder la ruta del destino fijado.

La autenticidad del discurso de la mujer que Time nominó como persona del año radica en la originalidad de sus planteamientos. No sólo no recurre a la retórica de su antecesor, llena de lugares comunes y clichés para excitar a una base electoral llena de emoción, más que razón.

No sólo no echa manos de los adjetivos, sino al contrario: va de la vivencia personal, en la comunidad universitaria, a los diversos sucesos que han marcado una historia en la que privó un sistema político que despojo hasta de la dignidad a una generación a la que se le llamó “rechazada” por no haber alcanzado un lugar en universidades y politécnicos.

Sheinbaum Pardo encara la antítesis del conservador de ayer y del presente: machista, clasista, irascible e imposibilitado para admitir la fuerza de la izquierda y las capacidades y méritos suficientes de la mujer que se desmarca así de su antecesor, sin decirlo.