Desde Culiacán hasta Cancún, la agenda pública está ensangrentada. La muerte violenta de incontables víctimas será el gran pendiente del gobierno de Andrés Manuel López Obrador cuya popularidad no ha disminuido a menos de dos semanas de marcharse de Palacio Nacional.
Un video impublicable evidencia con horror una realidad borrada deliberadamente del discurso presidencial a lo largo de los últimos dos sexenios: al menos trece cadáveres, entre militares y civiles en lo que parece una morgue, refrenda ese pendiente del que el candidato de Morena en la elección del 2018, dijo que sería solventado y que el país sería pacificado. No solo no sucedió, sino que se recrudeció.
Entre las avenidas Tulum y Kukulkán, justo antes de comenzar la imponente zona hotelera, una mujer entrada en años ha visto pasar la mejor temporada para un desvencijado mercado de artesanías que durante largo tiempo marcó el inicio de una febril zona de paseo para visitantes nacionales y extranjeros que buscaban servicios en restaurantes, bares y diversión.
La realidad del presente es diferente. Pocos locales exhiben alebrijes de colores, gorras y playeras pero los más, vacíos, sucios y abandonados. Los baños y demás muestran un deterioro imposible de ignorar.
El cobro de piso extinguió el bullicio del pasado a fuerza de cobros de cuotas que van de los 15 a los 25 mil pesos al mes, según el caso.
El mercado sobrevive a todo ello porque uno de los cabecillas que se fue a militar en el hampa salió de entre los locatarios de ese mercado que languidece y que carece de curiosos y compradores.
A cientos de kilómetros de ese centro vacacional, en Culiacán los grupos criminales denominados “Chapitos” y “Mayos” intensifican una guerra sin cuartel que obliga al gobierno a cancelar la ceremonia del Grito de Independencia.
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El Estado cede la plaza al narco, pero la normalización de un país en llamas adormece el imaginario, y el soslayo cunde. Es lo nuestro desde hace tiempo.
Un par de viajeros en ese destino del Caribe mexicano, profesionistas ambos reciben una noticia que anticipa lo peor: su vuelo comercial a la capital de Sinaloa les fue cancelado sin una explicación lógica, de una de las aerolíneas mas grandes del país.
Entienden la guerra desatada en su tierra natal, pero por el momento viven imponderables ajenos a las que se privan en los aeropuertos del mundo. La postergación del traslado aéreo obedece a la inseguridad en Culiacán hasta donde deben llegar para en cumplir con responsabilidades propias de sus respectivas carreras.
En ese mismo hotel de alta gama, otras estampa. Se trata de dos huéspedes dicharacheros, sonrientes y dispuestos a tomar el sol, refrescarse en el agua y beber.
Algunos de los servicios los pagan con efectivo, portan rollos de billetes sujetos con ligas que llenan sus bolsillos. Forman parte de esa estructura criminal que protagoniza esa cruenta guerra en el norte de la República que ha arrojado una cantidad aún incuantificable de víctimas.
Es gente de los “Chapitos”, aseguran quienes los han visto vacacionar hasta cuatro veces al año en un hotel que a cualquier huésped de clase media tomaría un año de ahorros para sufragar una estancia de cuatro días y tres noches por año.
Imposible que un hombre que no rebasa el 1.60 de estatura, de una delgadez casi extrema y sonriente siempre, sea el miembro de uno de los cárteles que colocaron al Estado en una situación crítica, justo cuando el ocaso del gobierno del hombre que prometió pacificar el país está a la vuelta de la esquina.