La escena transcurrió entre los dos personajes en un ambiente de tensión y de enojo. Se trataba de Eduardo Rivera Pérez, el jefe del grupo político que aún tiene preeminencia en la dirigencia del Partido Acción Nacional y que está a horas de entregar las llaves del gobierno de la capital a Morena, en la persona de Pepe Chedraui.
Subrayar la pérdida del gobierno municipal de la ciudad mas importante en la entidad es preciso pues sin ese coto será particularmente difícil alcanzar la otra meta, que está en retener la dirección panista pues para la selección de candidaturas de 2027 en las que se debe tomar en cuenta las 217 alcaldías y las 41 curules en el Congreso Local comienza en 2025.
Uno de los dos personajes, el tesorero Omar Coyopol Solís, un panista que hace 28 años llegó como estudiante de contaduría a hacer su servicio social en el municipio de San Andrés Cholula y escaló hasta ser presidente municipal de esa municipalidad. Frente a Rivera Pérez, abrió fuego en contra de Adán Domínguez, el sustituto del alcalde que llegó por la vía del voto en 2021.
En medio del escándalo por la solicitud ante el Congreso del Estado por la contratación de un crédito por 600 millones de pesos que luego fue desestimada por el propio Adán Domínguez, Rivera Pérez tuvo que escuchar de los desaciertos de quien, como sustituto, había cometido.
El mas reciente, haber negado lo obvio: la pretensión de contratar una línea de crédito que despertó sospecha entre el círculo rojo y la desaprobación del gobernador electo y el gobernador en funciones, Alejandro Armenta y Sergio Salomón Céspedes Peregrina, un hecho que se añade a las condiciones lamentables en las que quedan los servicios públicos en la ciudad.
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“No tenemos la misma trayectoria”, aseguran que reprochó Coyopol al jefe del grupo político luego de que Adán Domínguez había pretendido desmarcarse del escándalo por la frustrada intentona de conseguir 600 millones de pesos responsabilizando al tesorero de la ciudad.
El pasaje de esa historia reciente refleja las condiciones de dificultad por las que atraviesa el círculo reducido que envuelve al ex candidato a gobernador. Los frentes abiertos en el interior del PAN se pueden observar por la carrera en la sucesión de la dirigencia estatal panista, la turbulencia política que existe con interlocutores clave como el gobernador del estado y el ánimo social, hay que añadir otro, que no es menor: la división.
No es poco y tampoco es menor el enojo y frustración con que cargan personajes clave en el entorno del grupo político dominante. En buena medida, animado por decisiones que el ex gerente de la capital tomó una vez sentado en el lugar que Eduardo Rivera le cedió cuando se fue a buscar ser gobernador por la coalición PRI-PAN-PRD.
El debilitamiento del proyecto pasa por un conjunto de escenarios dificultosos todos ellos. Rivera que pretende quedarse con la dirigencia estatal de Acción Nacional y al mismo tiempo, ocupar una cartera en la dirigencia nacional, con Jorge Romero que se encamina a quedarse con el lugar de Marko Cortés.
Eduardo Rivera sabrá a estas alturas con mayor exactitud cuanta razón existe en la máxima aquella que reza que en política los enemigos son de verdad, los amigos de dientes para afuera.