Era un 18 de marzo de 2014 y el ex secretario de Seguridad en México, Genaro García Luna ya se había convertido en una especie de fantasma, fugaz y etéreo. Esa tarde sin embargo caminó por las calles de Polanco en la Ciudad de México.
De traje y corbata iba acompañado de dos mujeres elegantes. Rodeados los tres por una nube de escoltas que hizo imposible cualquier tipo de acercamiento.
Periodista de tiempo completo, Gil Chávez el ex director de Información de Grupo Imagen compartió el dato con este reportero.
La aparición de este personaje motivo de intriga, odio y al mismo tiempo de mofa a nivel internacional no puede ser obra de la casualidad.
A García Luna debemos las dos muertes de Nazario Moreno, líder de la organización Caballeros Templarios.
La primera ejecución de este delincuente se trató de una coartada que la Policía Federal admitió como buena después de un operativo en 2010, lo que había provocado risas, y también enojos entre los mexicanos que saben de los empeños de la gestión de Felipe Calderón Hinojosa para combatir sin éxito la delincuencia.
A este elegante personaje de hace una década también se le debió el enfriamiento de las relaciones entre México y Francia tras el montaje de la detención de una pandilla de secuestradores, entre los que se encontró a la francesa Florance Cassez.
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Otro escandaloso asunto del que hubo de intervenir la Suprema Corte de Justicia de la Nación para finalmente ponerla en libertad ante la evidente violación del debido proceso en que incurrió el propio García Luna y el periodista estrella de televisa en esos años.
La aparición de este ex servidor público no puede pasar desapercibido por la relevancia de los desaciertos cometidos al amparo de la aprobación del ex presidente de México, que había mantenido silencio respecto de su colaborador.
La sombra del ex titular de Seguridad se extendió a Puebla, en donde despachaba Facundo Rosas Rosas, segundo en el rango de la institución que comandó el hombre que parecía un apacible transeúnte en las calles de Polanco en el 2014.
Rosas fue el jefe de la policía poblana que tras la captura de El Pelacas, en el exclusivo fraccionamiento La Vista Country Club y luego de una célula criminal en La Cima, otro asentamiento de lujo, ofreciera una explicación de la estadía de estos y otros jefes de cárteles mexicanos: Puebla es una ciudad tan tranquila que hasta los delincuentes se sienten seguros, había dicho con desbordante cinismo a los reporteros de la fuente.
Son apenas pinceladas de una narrativa plagada de tempestades que protagonizó el sujeto que hace una década, sin ningún atisbo de rubor o preocupación paseó entre los comederos de Polanco que dejó de formar parte del pasado.
Confirmada la sentencia de 38 años de prisión en una cárcel estadounidense se hizo añicos la narrativa del ex presidente Felipe Calderón y sus pocos seguidores, que se sostuvo en la teoría del combate frontal a los grupos de narcotraficantes.
Y siempre existirá la duda sobre si Calderón estaba informado de la conducta criminal de su zar anti drogas o fue omiso, en cuyo caso lo hará verse peor.