La hoguera de las vanidades: And the Oscar goes to…

“And the Oscar goes to…” ¿Cuántas veces no hemos escuchado la afamada y trillada frase? En estos tiempos tan incipientes, pregunto: ¿Todavía son relevantes los premios Oscars?

El pasado 10 de marzo del año en curso, se llevó a cabo la tan esperada ceremonia de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas (AMPAS), en la que −aparentemente− se galardona a lo más relevante del cine mundial. Esta nonagésima sexta entrega transcurrió como otra edición más, en la que, para “variar”, hubo el momento musical, el gracioso, el conmovedor, el vergonzoso y, desde luego, el polémico.

Si bien en su momento la premiación estadounidense llegó a gozar de cierto prestigio alrededor del mundo, hoy en día es totalmente diferente. Año tras año, para preocupación de los organizadores, sus índices de audiencia bajan de forma cada vez más dramática y radical. Aunque, de acuerdo con cifras de la cadena televisiva American Broadcasting Company (ABC), esta vez se registraron cerca de 19 millones de espectadores sintonizando la transmisión. Lo que indica un incremento en los puntos de rating con respecto a los 5 millones de televidentes de 2023.

Pero, más allá de esto ¿En qué momento perdieron protagonismo los premios de la Academia? La respuesta es difícil de diagnosticar, sin embargo, hay una serie de factores que podrían obedecer a esto.

1. De bote pronto y por demás está mencionar que, ingenuamente, muchas personas creen que esta ceremonia es de carácter global, cuando en realidad tiene un enfoque más local. Es decir, es la industria estadounidense premiándose a sí misma. Por más que existan quejas de que no se consideró o se dejó afuera de la premiación a tal filme, el argumento de la injusticia a la hora de evaluar las mejores cintas a nivel mundial pierde su valor.

2. La agenda política se ha tornado demasiado agresiva y muchas minorías radicales exigen con vehemencia que se consideren y premien a distintos grupos raciales o étnicos, perdiendo de vista que no se galardona a alguien por formar parte de una minoría o por su color de piel, sino por su talento. Me parece asquerosamente condescendiente que se premie a alguien por un rasgo distintivo y no por lo que ofrece su obra.

3. La desesperada carrera hacia los Oscars siempre ha sido no más que un trampolín en el que propagandísticamente se promueven a los nominados para catapultarlos como ganadores. De esta forma, los premios de la Academia persistentemente han demostrado ser sólo una elección escolar para la reina de la primavera, que una competencia que enarbole lo mejor de la industria cinematográfica. Tan es así que, cada vez más, salen a la luz los actos de corrupción en los que incurren tanto productores, estudios, miembros del jurado y (quizá) hasta nominados.

Prueba de ello y por citar un ejemplo por demás notorio, fue el caso del productor Harvey Weinstein, quien además de ser señalado como un abusador sexual, era tremendamente afamado por orquestar campañas mediáticas en las que sobornaba a numerosos miembros del jurado de la Academia con cuantiosas cantidades de dinero (entre otras formas de corrupción).

De acuerdo con información extraoficial, la promoción de una nominación al Oscar detona en cifras de entre 15 y 60 millones de dólares. Bien puede recordarse que en su momento la compañía de streaming Netflix impulsó “Roma” (2018) de Alfonso Cuarón en distintas categorías, para finalmente hacerse de 3 estatuillas: Mejor dirección, Mejor película extranjera y Mejor fotografía.

4. Otra verdad que es innegable, es que simplemente se trata de un espectáculo estadounidense más, como el Show de medio tiempo del Super Bowl, los Premios Grammy o los juegos de las estrellas, ya sean de la NBA o de la MLB. Pero aderezados con mucho glamour, en los que vemos a decenas de actores y actrices desfilando por la alfombra roja como en una pasarela de moda, en la que varios “reporteros” les preguntan a las luminarias de Hollywood cómo se sienten de estar ahí, o de qué diseñador es su atuendo.

Oscar

Finalmente, de forma muy atinada en la llamada antesala de los Oscars, en la 78° edición de los Golden Globes Awards en 2020, el comediante británico Ricky Gervais, dijo como parte de su discurso humorístico:

“Si ganan esta noche, no lo usen como medio para dar un discurso político. No están en posición para dar una clase al público sobre nada. No saben nada sobre el mundo real. La mayoría de ustedes estuvo menos en la escuela que Greta Thunberg. Así que, si ganan, suban aquí, acepten su trofeíto, den las gracias a su agente, a su dios y váyanse a la mi*rda.”

Los premios de la Academia son tan irrelevantes, injustos y tendenciosos, que a la fecha, la película más nominada y laureada es “Titanic” (1997) de James Cameron. En su haber, consiguió 14 candidaturas y se llevó 11 premios. ¿Es de verdad esta historia de amor telenovelesca entre un chico pobre y una joven adinerada una de las mejores cintas jamás rodadas en la historia? ¡No, ni de broma!

“And the Oscar goes to…” Mmm… ¿A quién le importa?