Llegó el momento en el que en México el chango viejo deberá aprender maromas nuevas.
Y sí, porque muchos de los varones que forman parte de la clase política van a requerir cursos de inducción para entender mucho mas a profundidad sobre feminismo.
Desaprender para reinventarse. No será nada fácil ni sencillo, porque no solo se requiere de un cambio generacional, sino de pensamiento.
No es exagerado advertir que incluso quienes han formado parte de los movimientos de izquierda universitaria y de partido, carecen de conocimientos sobre fundamentos de equidad entre hombres y mujeres y de la histórica lucha feminista para conseguir lugares desde donde se toman decisiones estratégicas para el diseño de políticas públicas, o desarrollo empresarial.
Cuando la presidenta electa Claudia Sheinbaum dijo “presidenta con A” porque lo que no se menciona no existe, quedó claro que al frente del Ejecutivo estará una feminista de tiempo completo, sin concesiones.
Muchos y muchas de quienes estuvieron, escucharon o conocieron de esa consigna propia de los movimientos femeninos que se han organizado por décadas, tomaron a la ligera el sentido profundo del aserto.
La retórica de Sheinbaum sin embargo, dibuja una mujer que conoce y ha vivido las dificultades para romper ese techo de cristal, como cientos de miles de féminas en un país en el que misoginia y machismo han sido la norma en una convivencia desigual, asimétrica.
La definición entraña un profundo significado porque muchos de quienes desde su condición varonil han dicho que lo sucedido el viernes en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación para la entrega de la constancia de mayoría fue “histórico”, deberán poner a prueba la capacidad para adaptarse al nuevo paradigma.
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No solo para quienes desean hacer política pública o electoral; dentro o fuera del partido en el poder.
Para quienes forman parte del Movimiento de Regeneración Nacional desde su fundación y para quienes acaban de arribar y aún no deshacen maletas, el reto de estar a la altura de esa exigencia será primordial para tener viabilidad y vigencia.
De suyo ha sido todo un desafío para quienes crecieron en la vieja escuela, asumir que el nuevo modelo que comenzó con el triunfo de Andrés Manuel López Obrador en 2018 profundizará aún mas con una feminista en la Presidencia de México.
Cada vez será mas difícil mantener el doble discurso por la igualdad en público y violencia doméstica en el ámbito privado.
No son pocos quienes aún mantienen el llamado pacto patriarcal que supone acuerdos no hablados para proteger acosadores en oficinas públicas, en los estados del país y en otras entidades privadas como negocios o empresas de todo tipo.
La cosificación como forma de vida que supera en mucho la normas sanas de convivencia cotidianas del sector varonil con las mujeres en entornos inmediatos.
El reto no lo será solo para los machines en espacios públicos y privados con Claudia Sheinbaum Pardo en el máximo cargo a partir del 1 de octubre.
Lo será también para las mujeres que proclaman igualdad de dientes para afuera. Podrán y deberán ser expuestas porque feminismo también es sororidad. La doble moral no solo anida entre quienes asumen como coto el patriarcado, sino para quienes reclaman derechos propios sin concederlos.