La denominación de “Pueblos Mágicos” ha sido, desde su creación en México, un emblema de orgullo y un escaparate del vasto patrimonio cultural y natural del país. Cada uno de estos destinos ofrece una experiencia singular, que busca atraer a turistas nacionales e internacionales con sus paisajes, gastronomía, artesanías y tradiciones. Sin embargo, detrás de la promoción de estos lugares, hay una pregunta que pocos se han hecho: ¿los Pueblos Mágicos están diseñados para atraer a las mayorías o, en realidad, terminan siendo sitios reservados para una minoría privilegiada?
Por un lado, el Programa de Pueblos Mágicos, que nació en 2001, ha revitalizado la economía de muchos lugares, atrayendo inversiones, mejorando la infraestructura y generando empleo. Esto ha permitido que el turismo se diversifique y que personas de distintos estratos socioeconómicos puedan disfrutar de destinos más allá de los grandes polos turísticos como Acapulco, Cancún o Los Cabos. Además, la narrativa de lo “mágico” ha hecho que muchos mexicanos redescubran la belleza de su propio país, aventurándose en fines de semana hacia rincones de encanto que antes no estaban en su radar.
No obstante, esta democratización del turismo enfrenta una barrera: el costo. A pesar de los esfuerzos para hacer accesibles estas experiencias, muchos Pueblos Mágicos han visto un aumento en los precios de sus servicios, desde hospedaje hasta alimentos y actividades. Los restaurantes que antes servían a los locales con platos tradicionales a precios módicos, ahora ofrecen menús gourmet que resultan inalcanzables para muchas familias. Los hoteles boutique y los tours privados se han convertido en un sello de estos destinos, elevando la percepción de exclusividad y, con ello, los costos.
Este fenómeno genera una paradoja: los Pueblos Mágicos, concebidos como una oportunidad de desarrollo y de acercar el turismo a las mayorías, terminan siendo disfrutados principalmente por aquellos con la capacidad económica para hacerlo. Esto se acentúa en temporadas altas, cuando las tarifas se disparan, haciendo que un fin de semana en un Pueblo Mágico cueste lo mismo que unas vacaciones de mayor duración en un destino de sol y playa.
Más de Acá Entre Nos: El inicio de un gobierno municipal sin dinero en caja: retos y recomendaciones para los nuevos alcaldes
Por otra parte, hay una falta de integración de las comunidades locales en la cadena de valor turístico. A menudo, los beneficios económicos se concentran en unos pocos empresarios que tienen la capacidad de invertir en hoteles y restaurantes, mientras que los habitantes locales que podrían ofrecer experiencias más auténticas y accesibles, quedan fuera de la jugada. Esto perpetúa la percepción de que visitar un Pueblo Mágico es una experiencia para las minorías privilegiadas.
No se puede ignorar que existen esfuerzos para cambiar esta dinámica. Algunos Pueblos Mágicos han apostado por promover el turismo comunitario y sostenible, integrando a los habitantes locales en las actividades turísticas y ofreciendo experiencias que no solo son más accesibles, sino también más auténticas. Sin embargo, estas iniciativas todavía no son la norma y enfrentan el desafío de competir con una oferta que, si bien es más costosa, vende la promesa de una experiencia “más sofisticada”.
La pregunta, entonces, sigue abierta: ¿cómo lograr que los Pueblos Mágicos se conviertan realmente en un destino para todos? La respuesta podría estar en un enfoque de políticas públicas que promuevan la inclusión de la comunidad, el control de precios abusivos y la creación de programas que faciliten el acceso de grupos vulnerables al turismo. Esto no solo democratizaría el acceso a estos lugares, sino que garantizaría que el impacto económico positivo llegue a quienes realmente lo necesitan, aquí el papel de las autoridades municipales es vital, desde la implementación de reglamentos municipales, hasta la capacitación a los prestadores de servicios y el acompañamiento, sobre todo en las comunidades
Acá entre Nos, los Pueblos Mágicos continuarán siendo un atractivo turístico que oscila entre dos mundos: el de las postales de Instagram y las experiencias para pocos, y el del potencial de ser espacios donde cualquiera pueda, al menos por un fin de semana, sentirse parte de la magia de México.
** El autor es Presidente de Innovación para el Desarrollo Local con Equidad y Ambiente Sustentable A.C. (IDEAS)
Correo electrónico: gabriel.lopez@ideasac.org.mx