En 1994 Cuahutémoc Cárdenas era candidato presidencial de la izquierda por segunda ocasión. Perseguido y acosado a su paso por Xalapa y luego en el Café de la Parroquia en Veracruz. Para ello fueron reclutados grupos de choque de la capital y del puerto.
En el primer caso, en una cena con empresarios, un conjunto de personas trans ingresó con bolero en mano a una exclusiva cena con empresarios para ponerle una trampa al líder de la izquierda y hasta foto hubo de un incómodo momento en que un homosexual besa en la mejilla al candidato presidencial, imagen que luego fue enviada a las redacciones de los medios nacionales y así desprestigiar a Cárdenas.
Al día siguiente en el Café de la Parroquia en el puerto jarocho apareció otro grupo de pendencieros de los astilleros, sucios, ebrios y drogados con cartulinas perfectamente bien redactadas, sin faltas de ortografía para apoyar a “Cuau” en la presidencia.
Los grupos de parias en Veracruz que sin capacidad económica o sin educación suficiente tuvieron dinero y redacción pulcra para comprar entradas para una cena en la exclusiva zona de Las Ánimas en la capital o en el puerto para manchar a quien estuvo a un paso de llegar a la presidencia en 1988.
Era el sello de la casa, la de un priista de línea dura como Yunes Linares que gobernó detrás de un mandatario ausente como Patricio Chirinos Calero, enemigos acérrimos ambos de las expresiones de izquierda, como lo fue el jefe de ese clan, Carlos Salinas de Gortari.
Hace tres décadas que el veracruzano Yunes Linares cometió uno de los actos más innobles de la política y contra la inclusión de minorías que carecían de voz en medios y de frente a la sociedad. Fue el tiempo en que como secretario General de Gobierno del régimen priista persiguió y encarceló a quien estorbara.
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El capítulo de un pasado casi perdido en la historia que refleja con claridad el momento por el que ahora atraviesa quien luego de años, sería gobernador de 2016 a 2018 bajo las siglas del Partido Acción Nacional: la fuga del hijo mayor, Miguel Ángel Yunes Márquez.
Nadie que se precie de venir de cuna noble puede festinar que el hijo tenga la circunstancia de prófugo de la justicia como sucede con el ex edil de Boca del Río entre 2014 a 2017, condición que ahora guarda según la ficha roja emitida por la Interpol.
Si acaso se pretende exponer las extrañas sucesiones de hechos que terminaron con la evasión del vástago del cacique de Soledad de Doblado y a quien la clase política jarocha denomina con picaresca “chiquiyunes” pues sin el padre que posee, difícilmente habría sido candidato y luego presidente municipal de Boca del Río.
La más grande de las contradicciones radica pues en la historia que Yunes Linares hiló un año después de la fechoría cometida en contra Cuahutémoc Cárdenas: el encarcelamiento en el penal de Pacho Viejo de Dante Delgado Rannauro, líder ahora del Movimiento Ciudadano.
Fue una trampa política urdida junto con el presidente de la época, Ernesto Zedillo Ponce de León, cuya gestión estuvo marcada por el encarcelamiento de otro gobernador de orientación progresista, el de Quintana Roo, Mario Villanueva Madrid.
Los Yunes de Soledad de Doblado, que no es la misma rama familiar de los Yunes de Perote que compitieron por la gubernatura el 2 de junio, saben ahora a qué sabe el acoso judicial. En mala hora se encontraron con un destino tan indeseable como cierto que mucho se parece al karma.